Historias de gente desgraciada que no obtuvieron ningún
reconocimiento y murieron en el olvido abundan en las calles de cualquier
ciudad, y no es algo de lo que valga la pena hablar, pero cuando el
protagonista rebalsa de talento y logró alcanzar la cima, la perspectiva es
otra.
Durante una clase de música, en la escuela local de
Cheektowaga, estalló el sistema de calefacción. Quince niños fallecieron,
mientras que un Jackson C. Frank de once años permaneció hospitalizado durante
siete meses debido a las graves heridas y severas quemaduras que había sufrido.
Fue postrado en esa camilla dónde obtuvo su primera guitarra y dónde la
aprendió a tocar.
Años más tarde, cuando estaba a punto de matricularse en
la facultad de Periodismo, otro hecho relacionado con la tragedia de la
escuela, cambió nuevamente la dirección de su vida. En compensación por las
heridas sufridas en el accidente recibió una póliza de más de 100.000 dólares.
Y 100.000 dólares en 1964 eran demasiado dinero.
Luego de dilapidar algo de su pequeña fortuna recorriendo
el estado de Nueva York, Jackson C Frank decidió viajar a Inglaterra. En el
barco, compuso ‘Blues run the game’, canción que en pocos meses sería un éxito
en el Reino Unido. Los primeros versos de la canción estremecen sabiendo lo que
estaba por llegestaba por llegar:
“Cogeré un barco a Inglaterra, nena, quizás a España,
donde
sea que he ido, allí donde sea que he ido y estado
las
tristezas son las mismas”
Al llegar a Inglaterra visitó los clubs de folk de la
ciudad y no tardó en convertirse en un cantautor más de la escena. Conoció a
Paul Simon quien le ofreció producirle un disco. Era un tipo tímido que
deambulaba por el circuito de cafés de Londres, que tocaba agachado para que
nadie pudiera ver su cara y que incluso pidió que durante las sesiones de
grabación de su único lp se instalara un panel entre él y Paul Simon, para que
no lo viera cantar. Grabó su disco en tres horas en un estudio de la CBS del
centro de Londres.
El disco fue un éxito en Inglaterra. La canción por la
que se ganó el cielo, “Blues Run The Game”, es una canción donde la simplicidad
de la melodía y la guitarra crean una conjura para ocultar la terrible certeza
de que no existe la felicidad y que en ningún lugar se puede vivir sin que la
tristeza te encuentre. En “Milk And Honey” habla sobre la forma en que el amor
se acaba y como se pasa de una pareja a otra, con la engañosa convicción de que
hay alguien más perfecto en algún lugar. John Peel lo invitó a su programa de
radio para que grabara unos temas en directo, apareció en varios programas de
televisión y vendió miles de discos. En esa época, Jackson compartió piso con
Al Stewart y salió con Sandy Denny, una de las más célebres cantantes folk de
la época.
Entre 1965 y 1967, Jackson C. Frank fue uno de los
grandes nombres de la escena folk británica, dando conciertos por todo el país
y abriendo el camino a artistas como Nick Drake, quien llegó a versionar
algunas de sus canciones. Pero en 1968, cuando era el momento de consolidarse
con su segundo disco, el sello de Jackson rechazó sus nuevas canciones. Jackson
C Frank se sumió en un estado depresivo que no era extraño en él.
Voló a Woodstock en 1970 y se casó con una exmodelo con
quien tuvo dos hijos, una niña y un varón. Su hijo murió de Fibrosis quística.
Jackson C. Frank terminó internado en un sanatorio, soñando con quemas y
catástrofes. Pasó una década entera en la oscuridad. En 1984 reunió dinero y
ganas para ir a Nueva York a buscar a Paul Simon, quien ya era una
superestrella. No lo encontró. Durmió en las calles y comió en los basureros.
Ingresó a varias instituciones mentales; y así como entró, salió. Se consiguió
una guitarra que no podía afinar, pero que le servía para distraerse durante
las horrorosas tardes amarillas. Padecía de la tiroides. Cuando unos
entusiastas folk se enteraron de su situación y lo encontraron les costó
bastante creer que era su héroe. Él aparecía en la portada de su único disco
editado en 1965 vital y sonriente. Ahora era un vagabundo hinchado, maloliente,
errático.
A los 50 años, Jackson C. Frank parecía un sujeto de 100.
El hombre que había escrito canciones folk como Yellow Walls, Milk and Honey,
My Name is Carnival o I Want To Be Alone, era un hombre olvidado por el mundo y
maltratado por la vida. Su voz había desaparecido y él ni cuenta se había dado.
Gold and silver is the autumn
Soft and tender are her skies Yes and no are the answers Written in my true love's eyes Autumn's leaving and winter's coming I think that I'll be moving along I've got to leave her and find another I've got to sing my heart's true song Round and round the burning circle All the seasons: one, two, and three Autumn comes and then the winter Spring is born and wanders free Gold and silver burn my autumns All too soon they'd fade and die And then, oh there are no others Milk and honey were their lies |
Oro y plata es el otoño
Suave y tiernos son sus cielos Sí y no son las respuestas Escritas en el mis ojos de verdadero amor El otoño se está yendo y el invierno viene Yo creo que voy a estar moviéndome a lo largo La he dejado y encuentro otra He llegado a cantar la verdadera canción de mi corazón Dando vueltas el círculo incendiado Todas las estaciones: uno, dos, y tres El otoño llega y luego el invierno La primavera nace y se pasea libre Oro y plata queman mis otoños Demasiado pronto se han desvanecido y han muerto Y entonces, no hay otros Leche y miel eran sus mentiras |
Su rastro se pierde hasta que aparece en escena Jim Abbott.
Jim Abbott es un melómano de Nueva York que había oído hablar de la historia de
Jackson C. Frank. Un día de 1993, rebuscando en una tienda de discos de segunda
mano de Nueva York, encontró un disco de Al Stewart que llevaba tiempo
buscando. Al llegar a casa, lo extrajo de la funda y en el interior encontró
una dedicatoria: “To Jackson, all the best, Al Stewart”. Abbott volvió a la
tienda y descubrió que el tal Jackson era Jackson C. Frank y que iba de vez en
cuando a vender discos viejos. Pocas semanas después, logró conocerlo. “Yo le
había visto en las fotos de los años 60, un chico alto y guapo. Cuando lo vi
llegar, un hombre gordo dando tumbos por la vereda, no podía creer que fuera
él. Parecía el hombre elefante“, dijo Abbott al verlo por primera vez.
Abbott lo sacó de la casa de acogida y lo ingresó en un
asilo de Woodstock. Además, le ayudó a recuperar los royalties que su disco
había generado desde 1965, que no eran pocos, y logró una pequeña pensión para
los últimos años de vida del músico.
La última desgracia de Jackson, poco tiempo después de
ser encontrado, es que le pegaron un tiro en un ojo. Ocurrió en un parque y al
parecer fueron unos niños que andaban jugando con una pistola, por lo que la
agresión fue totalmente casual. Ciego y con serios problemas psicológicos, en
1995 grabó una maqueta y durante los siguientes años tocó en bares de la zona
de Woodstock con asiduidad. Murió de una neumonía el 3 de marzo de 1999 a los
56 años de edad.