domingo, 4 de agosto de 2013

La tristeza rige el camino


Historias de gente desgraciada que no obtuvieron ningún reconocimiento y murieron en el olvido abundan en las calles de cualquier ciudad, y no es algo de lo que valga la pena hablar, pero cuando el protagonista rebalsa de talento y logró alcanzar la cima, la perspectiva es otra.
Durante una clase de música, en la escuela local de Cheektowaga, estalló el sistema de calefacción. Quince niños fallecieron, mientras que un Jackson C. Frank de once años permaneció hospitalizado durante siete meses debido a las graves heridas y severas quemaduras que había sufrido. Fue postrado en esa camilla dónde obtuvo su primera guitarra y dónde la aprendió a tocar.
Años más tarde, cuando estaba a punto de matricularse en la facultad de Periodismo, otro hecho relacionado con la tragedia de la escuela, cambió nuevamente la dirección de su vida. En compensación por las heridas sufridas en el accidente recibió una póliza de más de 100.000 dólares. Y 100.000 dólares en 1964 eran demasiado dinero.
Luego de dilapidar algo de su pequeña fortuna recorriendo el estado de Nueva York, Jackson C Frank decidió viajar a Inglaterra. En el barco, compuso ‘Blues run the game’, canción que en pocos meses sería un éxito en el Reino Unido. Los primeros versos de la canción estremecen sabiendo lo que estaba por llegestaba por llegar:

“Cogeré un barco a Inglaterra, nena, quizás a España,
donde sea que he ido, allí donde sea que he ido y estado
las tristezas son las mismas”

Al llegar a Inglaterra visitó los clubs de folk de la ciudad y no tardó en convertirse en un cantautor más de la escena. Conoció a Paul Simon quien le ofreció producirle un disco. Era un tipo tímido que deambulaba por el circuito de cafés de Londres, que tocaba agachado para que nadie pudiera ver su cara y que incluso pidió que durante las sesiones de grabación de su único lp se instalara un panel entre él y Paul Simon, para que no lo viera cantar. Grabó su disco en tres horas en un estudio de la CBS del centro de Londres.
El disco fue un éxito en Inglaterra. La canción por la que se ganó el cielo, “Blues Run The Game”, es una canción donde la simplicidad de la melodía y la guitarra crean una conjura para ocultar la terrible certeza de que no existe la felicidad y que en ningún lugar se puede vivir sin que la tristeza te encuentre. En “Milk And Honey” habla sobre la forma en que el amor se acaba y como se pasa de una pareja a otra, con la engañosa convicción de que hay alguien más perfecto en algún lugar. John Peel lo invitó a su programa de radio para que grabara unos temas en directo, apareció en varios programas de televisión y vendió miles de discos. En esa época, Jackson compartió piso con Al Stewart y salió con Sandy Denny, una de las más célebres cantantes folk de la época.
Entre 1965 y 1967, Jackson C. Frank fue uno de los grandes nombres de la escena folk británica, dando conciertos por todo el país y abriendo el camino a artistas como Nick Drake, quien llegó a versionar algunas de sus canciones. Pero en 1968, cuando era el momento de consolidarse con su segundo disco, el sello de Jackson rechazó sus nuevas canciones. Jackson C Frank se sumió en un estado depresivo que no era extraño en él.
Voló a Woodstock en 1970 y se casó con una exmodelo con quien tuvo dos hijos, una niña y un varón. Su hijo murió de Fibrosis quística. Jackson C. Frank terminó internado en un sanatorio, soñando con quemas y catástrofes. Pasó una década entera en la oscuridad. En 1984 reunió dinero y ganas para ir a Nueva York a buscar a Paul Simon, quien ya era una superestrella. No lo encontró. Durmió en las calles y comió en los basureros. Ingresó a varias instituciones mentales; y así como entró, salió. Se consiguió una guitarra que no podía afinar, pero que le servía para distraerse durante las horrorosas tardes amarillas. Padecía de la tiroides. Cuando unos entusiastas folk se enteraron de su situación y lo encontraron les costó bastante creer que era su héroe. Él aparecía en la portada de su único disco editado en 1965 vital y sonriente. Ahora era un vagabundo hinchado, maloliente, errático.
A los 50 años, Jackson C. Frank parecía un sujeto de 100. El hombre que había escrito canciones folk como Yellow Walls, Milk and Honey, My Name is Carnival o I Want To Be Alone, era un hombre olvidado por el mundo y maltratado por la vida. Su voz había desaparecido y él ni cuenta se había dado.


Gold and silver is the autumn
Soft and tender are her skies
Yes and no are the answers
Written in my true love's eyes

Autumn's leaving and winter's coming
I think that I'll be moving along
I've got to leave her and find another
I've got to sing my heart's true song

Round and round the burning circle
All the seasons: one, two, and three
Autumn comes and then the winter
Spring is born and wanders free

Gold and silver burn my autumns
All too soon they'd fade and die
And then, oh there are no others
Milk and honey were their lies
Oro y plata es el otoño
Suave y tiernos son sus cielos
Sí y no son las respuestas
Escritas en el mis ojos de verdadero amor

El otoño se está yendo y el invierno viene

Yo creo que voy a estar moviéndome a lo largo 
La he dejado y encuentro otra
He llegado a cantar la verdadera canción de mi corazón

Dando vueltas el círculo incendiado

Todas las estaciones: uno, dos, y tres
El otoño llega y luego el invierno
La primavera nace y se pasea libre

Oro y plata queman mis otoños

Demasiado pronto se han desvanecido y han muerto
Y entonces, no hay otros
Leche y miel eran sus mentiras

Su rastro se pierde hasta que aparece en escena Jim Abbott. Jim Abbott es un melómano de Nueva York que había oído hablar de la historia de Jackson C. Frank. Un día de 1993, rebuscando en una tienda de discos de segunda mano de Nueva York, encontró un disco de Al Stewart que llevaba tiempo buscando. Al llegar a casa, lo extrajo de la funda y en el interior encontró una dedicatoria: “To Jackson, all the best, Al Stewart”. Abbott volvió a la tienda y descubrió que el tal Jackson era Jackson C. Frank y que iba de vez en cuando a vender discos viejos. Pocas semanas después, logró conocerlo. “Yo le había visto en las fotos de los años 60, un chico alto y guapo. Cuando lo vi llegar, un hombre gordo dando tumbos por la vereda, no podía creer que fuera él. Parecía el hombre elefante“, dijo Abbott al verlo por primera vez.
Abbott lo sacó de la casa de acogida y lo ingresó en un asilo de Woodstock. Además, le ayudó a recuperar los royalties que su disco había generado desde 1965, que no eran pocos, y logró una pequeña pensión para los últimos años de vida del músico.
La última desgracia de Jackson, poco tiempo después de ser encontrado, es que le pegaron un tiro en un ojo. Ocurrió en un parque y al parecer fueron unos niños que andaban jugando con una pistola, por lo que la agresión fue totalmente casual. Ciego y con serios problemas psicológicos, en 1995 grabó una maqueta y durante los siguientes años tocó en bares de la zona de Woodstock con asiduidad. Murió de una neumonía el 3 de marzo de 1999 a los 56 años de edad.

domingo, 28 de julio de 2013

Optimismo


Despierto y enfrento el mismo dilema de todos los días: ¿me levanto o me vuelo la cabeza? Me levanto.

lunes, 30 de mayo de 2011

Eternidad (a few words for John Frusciante)




     Soy tan consciente de que no te conozco como tengo conciencia de que muy probablemente nunca te llegue a conocer. Tengo la certeza que no estás enterado de mi nombre, de mis pensamientos, ni de mi existencia, y ni siquiera te importa, pero es que incluso a mí no me importa. Sin embargo a través de silencios y sonidos lograste una conexión y de alguna manera llegaste a crear un ser que vive dentro mío. Un ser que lleva tu mismo nombre, que tiene tu misma cara y viste tu misma ropa, pero que no sos vos. Este ser que paradójicamente tiene mucho que ver con vos pero que al mismo tiempo no tiene nada tuyo, es una invención. Un ser creado de vibraciones, sentimientos, música, horror y amor. Es un ser irreal físicamente, cuya existencia no va más allá de mi propio ser. Sin embargo a pesar de no poder manifestarse fuera de mi cerebro, es un ser completamente valido. Es una mínima ilusión de lo que podría ser un tipo llamado John Frusciante. Su ínfima existencia es tan válida y tiene tanto significado que el día que el verdadero (pero no único) John Frusciante abandone este planeta para irse a otro lugar, -del cual no sé más que su nombre, pero eso no me impide hacerme un idea de ese sitio y recrearlo dentro de mi cabeza del mismo modo que reconstruí tu persona-, seguirá viviendo por que el mito de John Frusciante vive dentro de cada persona que alguna vez sintió tu música permeando su cuerpo, introduciéndose en cada célula para crear una conexión inconsciente con vos a partir de la cual se creó una imagen tuya que no se puede deshacer.
           Lo que quiero decir es que en el mundo existen millones de John Frusciante y cada uno vive dentro de una persona diferente y hay uno muy especial que vive dentro tuyo, pero ni siquiera este último es más importante o más real que ningún otro. Todos los días morirán cientos de John Frusciantes, pero seguirán naciendo otros. Y el día que muera el primero, ese que vive en vos, ese que sos vos, ese día desaparecerá físicamente John Frusciante de este planeta, pero todo lo demás seguirá igual: cada día, cada noche, cada instante, morirán y nacerán millones, decenas, o quizás unos pocos John Frusciantes alrededor del mundo. Por lo que siempre estarás vivo, vos y tu música. Sos y serás eterno del mismo modo que Django Reinhardt, Hillel Slovak o Jimi Hendrix.....

miércoles, 25 de mayo de 2011

Sueño de un esquizoide


Basta un completo abrir de ojos para que mi mente olvide qué estuvo soñando, pero acabo de despertar de una pesadilla tan aterradora que mi cerebro se resiste a borrarla. Imágenes enfermas alteraron mi conciencia, mi corazón perturbado late todavía acelerado. Tan real se veía todo... Qué nunca mi vida se vea expuesta a una situación semejante, no, no lo resistiría. En mi sueño tenía yo un gran empleo, una especie de gerente de una gran compañía. Sí, eso era yo, mi auto importado que descansaba en mi garaje, mi casa de verano que se erguía imponente a metros de la costa, mis trajes Armani envolvían mi cuerpo, mi hermosa esposa y mis maravillosos hijos me aguardaban en nuestro hogar, dónde vivíamos cálidamente. Qué armoniosa era la vida, qué simétrica. Yo había echado raíces que habían florecido. Cuántos frutos brotaban de este árbol.

Los autos cambiaban, los hijos crecían
las mujeres pasaban, mi mujer envejecía,
los muros se ensanchaban, el miedo crecía,
los nietos llegaban, y yo me extinguía.

Comercio


     En otros tiempos los hombres se escarbaban las cabezas unos a otros, hoy, por suerte, existe el comercio.